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Comprendo que los jóvenes se desinteresen de la política. Al fin y al cabo, la política se ha desinteresado de ellos. Pero la gente de mi generación a la que no preocupa la política me resulta admirable. ¡Qué portento de desconexión! Yo llevo décadas intentándolo y no lo consigo. Me dan envidia.

Los nacionalistas vascos aceleran para conseguir un nuevo estatuto (el vigente es de 1979) pero a ningún partido nacional se le pasa por la cabeza la necesidad de una nueva Constitución, que es un año más vieja que el Estatuto, y que está en el origen –junto a la nefasta ley electoral– de los males políticos que nos asolan. Esta negligencia nos cuesta, y nos costará muy cara.

Puigdemont podría residir en Cataluña Norte, pero él se empeña, curiosamente, en venir a España. Prefiere que le roben los españoles a los franceses. Un patriota.

Los herreras, los federicos, las televisiones, la mayoría de los periódicos… Todos alimentan al monstruo. Algunos le critican, es su papel, pero le mantienen vivo. No quieren ver que el problema está más allá del monstruo. El monstruo pasará pero será sustituido por otro, que quizá sea más aseado, menos corrupto, menos desvergonzado, pero el sistema se quedará. De eso se trata.

Septiembre viene con una noticia buena, otra chirriante y la última pésima. La buena es que se han ido los turistas. La chirriante es que Sergio Ramos también canta y la pésima es que vuelve Sánchez.

Ver para creer. El diario El País defendiendo a los obispos: “Los seis bulos de Santiago Abascal contra los obispos españoles.”

Días grises en la playa