
Ivan Zulueta y Eusebio Poncela
Ayer ví el documental sobre el director Ivan Zulueta, de Andrés Duque, realizado en 2004, cinco años antes del fallecimiento de este cineasta de vanguardia, autor de la mítica Arrebato.
Arrebato fue una película importante para la gente de mi generación y también fue una de las herencias que nos dejó la generación anterior a la nuestra, la de mayo del 68.
Nosotros heredamos muchas cosas de ellos. Heredamos la progrez y heredamos la heroína. Tanto a ellos como a nosotros nos fue mal con ambas. Los más espabilados de mayo del 68, al menos, se hicieron con el poder, y se mantuvieron en él durante décadas.
Para qué hablar del asunto heroína, del que ambas generaciones fuimos sólo ignorantes conejillos de laboratorio. Tendría que venir Antonio Escohotado, años más tarde, para dejar las cosas en su sitio.
Ivan Z, el documental, me ha dejado desolado. Se trata de una entrevista de casi una hora durante la cual Zulueta nos muestra su casa sobre la bahía de San Sebastián y algunas de las obras que componen su archivo.
Ivan lleva años recluido, sometido a un tratamiento con metadona para sobrellevar su adicción a la heroína. La verdad, está muy desmejorado y no se le ve capaz de intentar retomar su trabajo en el cine, pese a que dice desearlo.
Me ha parecido una película muy dura. Al menos a mí me ha conmovido mucho ver el deterioro físico de este hombre, que parece vivir rodeado de sus recuerdos y sus fetiches. Nos muestra su colección de cromos de la infancia y varios ejemplos de sus carteles para el cine, que era otra de sus facetas artísticas.
Otro de los temas que me ha interesado es su propia confesión de peterpanismo, su incapacidad para crecer, para hacerse adulto, su permanente refugio en la propia infancia, el lamento por su ineludible pérdida.
No sé si seré capaz de volver a ver Arrebato. Ni siquiera este documental que es una especie de testamento estético y vital de su director.