
Anna Grau, Sánchez Dragó y su hija Ayanta
Habría mucho que hablar sobre este libro, pero como tengo la norma de la brevedad, diré que es un libro que está bien y se lee con interés (siempre y cuando te interese la figura de Fernando Sánchez Dragó, 1936-2023). Yo me he leído las 300 páginas una tras otra, lo que, últimamente, no es habitual.
La autora es la periodista catalana Anna Grau, que fue pareja del escritor durante tres años, entre 2014 y 2017. Cuando empezaron ella tenía 46 años y el treinta más.
Creo que Grau hace un retrato de Dragó bastante equilibrado y riguroso, en apariencia alejado de cualquier resentimiento y ánimo de revancha.
Me ha llamado la atención la forma del libro, pues se trata de una larga carta al fallecido autor de Gárgoris y Habidis. Obviamente, pues el destinatario falleció en 2023, es una carta que no espera respuesta, lo que le da un amplio margen a la autora para explayarse a su gusto. Y eso hace, sin cortarse demasiado. Está en su derecho, desde luego.
Yo no he leído demasiado a Sánchez Dragó, porque su escritura –siempre de base autobiográfica– me resulta un tanto cansina, y habida cuenta de su propensión a la fabulación, a la reinvención y a la hipérbole, no me ha inspirado demasiada confianza.
Sin embargo, su trabajo periodístico y cultural siempre me ha gustado y todavía hoy descubro en internet nuevas entrevistas o repaso algunas que ya conocía. Creo, además, que no tiene parangón en nuestro periodismo, con la excepción tal vez de las míticas entrevistas de Joaquín Soler Serrano.
Encuentro admirable también que en los últimos años Dragó se lanzara a participar en Twitter y lo hiciera con tanto arrojo como desparpajo. Por no hablar de su coraje para simpatizar con la bicha de la política española, es decir, con Vox.
El personaje, siempre me ha parecido fascinante y muy divertido. Por eso este libro me ha gustado. Ha confirmado mis sospechas y ha iluminado detalles de su vida.
También me ha gustado el rigor y la valentía que ha desplegado la autora. Dejo aquí algunas perlas entresacadas del texto:
A ti se te podrán reprochar muchas cosas. Pero tenías un raro y sobrenatural poder para sacar lo mejor de la gente.
¿Considerarías una falta de respeto decir que fuiste el Julio Iglesias de las letras españolas?
Tu sexualidad siempre fue muy tragasables, muy de lo que te echen.
Tu eras un gran fabulador, un reinventar a saco. También de tu vida sexual… ¿El sexo contigo? Bien, gracias. Salvo que nada que ver lo que se decía con lo que se hacía.
Aunque nunca le hicieras ascos a la buena vida, podías ser muy eficazmente frugal. Tus trucos de hippy veterano te ayudaban. El problema es que siempre habías usado el dinero, cuando lo tenías, como un mecanismo de control y de autoridad familiar. Muchos hombres lo hacen, más aún los que, como tú, están chapados a la antigua.
… el experimento saltó por los aires… tu renuncia a aceptar a mi hija mientras me encasquetar a los tuyos como si los hubiera parido yo. Esa fue la línea roja, el punto de no retorno.
De lo cual deduje, sin miedo a equivocarme, que eras un cantamañanas y un inventor de batallitas inverosímiles… pero no eras tanto un mentiroso como un refabiulador.
No me cansaré de insistir en que tu zalamería casi profesional, tu talento para ganarte al personal, era la cotrtin de humo que ocultaba una misantropía aguda, un feroz apetito de estar solo.
Debo decir que como exnovio siempre me pareciste modélico, bastante mejor que como novio, si me permites.
Tu idea del clan familiar quedaba entre lo siciliano y lo marciano. Nunca fuiste timido con los favores. Ni para hacerlo, ni para pedirlos.
Si quieres ser feliz, no analices, me decías constantemente.
Lo que menos me ha gustado del libro –todo hay que decirlo– es esto: cuando se refiere a cuestiones políticas, su tono resulta ligeramente altivo, algo habitual en los progres, aunque el calificativo de progre –afortunadamente– apenas le cuadra a Anna Grau. El hecho de llevar treinta años en el periodismo político, y el de haberse dedicado a la política aún menos, no es una patente de corso, por mucho que te guste Hilary Clinton. Pero debe ser una simple cuestión generacional, algo que ella también suele achacar a su protagonista.